9/04/2017

UN DURO COMIENZO

LA MUJER EN EL ÁMBITO LABORAL DESPUÉS DE LOS CUARENTA.

Mi pasión siempre fue el teatro, hice teatro paralelamente durante los 5 años que estudié Diseño Industrial en la UPOLI, y luego los dos años que estuve en México sacando la Publicidad en la UAEM, pero dada las circunstancias y la situación económica en mi familia, no me podía dar el lujo de dedicarme a ello a mi regreso, porque es bien sabido que la vida de los artistas en Nicaragua es difícil y un poco (o bastante) inestable económicamente, así que con el corazón roto tuve que dejar a un lado mi sueño de convertirme en una actriz profesional, para dedicarme a buscar un trabajo “convencional” y ganar un salario fijo mensual.

A mi venida de México en el año 2000, tuve la fortuna de trabajar en una disquera de mucho prestigio, donde aprendí muchísimo y esto me dio la oportunidad de conocer a muchos artistas (cantantes principalmente), con los que en un futuro no muy lejano, trabajaría más de cerca.

Como teatrista amante de la cultura de mi país, creí que aunque no estuviera en las “tablas”, al menos estaría tras bambalinas produciendo y siendo parte de proyectos artístico-culturales hermosos. Eso me llenaba también y me motivaba a trabajar duro.

Con 26 años, era una mujer que nadie paraba. Adquirí experiencia en producción de eventos, mercadotecnia, ventas, promoción y otras cosas más que ayudaron a desarrollarme y abrirme paso rápidamente en el ámbito cultural.

Para no cansarles el cuento, iba y venía de un lado a otro trabajando y produciendo y lo que más me gustaba era que, en ese vaivén conocí a grandes artistas, cantantes, bailarines, teatristas, poetas, etc., me sentía como pez en el agua!.

Al pasar de los años, ya en la década de mis 30 años, la vida me llevó a las aulas de clase a impartir cursos de Español, Historia del Arte, Diseño de Interiores en universidades y colegios de secundaria. Ese período fue interesante para mí, porque no sabía (o no me imaginaba), tener el don de la enseñanza como mi madre y eso me entusiasmó.

LOS CUARENTA Y MÁS.

Teniendo un trabajo fijo en un Centro Cultural, nunca me preocupé por nada. Escuchaba comentarios pero no les ponía mente – porque sabemos bien que cuando el zapato no nos chima, nos vale madres - y así continué con mi trabajo y mi vida tranquilamente.

Llegado el tiempo, las cosas cambiaron. Mi perspectiva y objetivos cambiaron y decidí aventurarme, independizarme y sacar adelante un proyecto propio que había desarrollado a medias hace unos años y sentí que ya era tiempo… mi productora.

Fue cuando me topé con la realidad, las cosas estaban jodidas. La competencia era atroz, el medio había cambiado enormemente y yo era sólo una parte de un vasto océano. Me dio miedo.

Me fue difícil arrancar (aún estoy en eso), me quedé sin plata y con deudas que pagar, lo que me llevó a buscar trabajo para poder solventar gastos y hacer producir mi empresa. Fue en ese momento que honestamente, agradecí el no tener hijos ni a nadie que dependiera de mí, porque no sé qué hubiera hecho.

Los meses pasaban y nada, enviaba de cuatro a seis currículos por semana a puestos acordes a mis habilidades. Tuve como cuatro entrevistas en lugares que nunca hubiese imaginado trabajar (por el giro comercial de la empresa, no por otra cosa), pero la necesidad me llevó a hacerlo, aunque no fuese en el ámbito cultural. Casi todas las entrevistas, se enfocaban en mi edad y en lo que yo pensaba hacer con mi vida (¿qué iba a hacer?, pues trabajar!), ninguna de esas entrevistas cuajó.

Me sentí aturdida, perpleja y no sé qué más, cuando envié mis documentos a un Centro Cultural y supe (y digo “supe”, porque no me lo dijeron a mi directamente, sino a la persona que me hizo el favor del contacto), que el comentario del responsable fue: “Está bueno su currículo, pero no contratamos a gente mayor”… 


Manon Lescaut (Ópera Puccini)
Ilustración de Rafal Olbinsky. Polonia 1943


Pensé que todo lo que  había hecho en mi vida, que toda mi experiencia, los cursos, el trajín, los desvelos, los sacrificios, no habían valido la pena. Me desplomé.

Pasó un año y yo aún en el desempleo, los currículos seguían volando en el ciberespacio, una entrevista tras otra, hasta que un día me cansé.

La depresión no se hizo esperar. Me aislé de mi familia y no quería comer (bueno, tampoco era que me estaba muriendo de hambre, o que estaba en la calle, porque para mi suerte mi madre y hermana siempre han estado conmigo), pero los ánimos estaban por el suelo y me sentía avergonzada de no aportar nada en mi casa, cuando siempre nos hemos dividido los gastos.

Pensé en hacer miles de cosas, dar clases particulares, vender frijoles, helados y qué sé yo qué más... hasta irme del país a buscar vida a otro lado, pero a como están las cosas y como dice el dicho “Si vas a comer mierda, mejor cométela en tu país”. Pero como tampoco quería comer mierda, comencé a “lavar ajeno” (ni tan ajeno, porque era a mi madre), comencé a trabajar de mesera en el bar de una tía, atendiendo a los clientes (de hecho lo sigo haciendo, porque toda esta experiencia la pienso aprovechar para un proyecto que estoy desarrollando) y a hacer diseños esporádicos para proyectos específicos.

Poco a poco siento que voy saliendo del hoyo, ahora estoy como promotora cultural en la Academia de Música Allegro donde mi amiga la profe, Danelia Alvarado – y en donde parte de mi historia comenzó - estoy abriéndome paso como diseñadora gráfica independiente y estoy preparando un proyecto que he venido “cocinando” desde hace unos 5 años… un libro.

Soy una mujer de 42 años de edad, con 17 años de experiencia en diversas áreas, pero eso lamentablemente para muchas empresas, organizaciones e instituciones no tiene validez alguna, porque quieren mujeres menores de 30, con cuerpos maravillosos y experiencia laboral de 20 años.

No tengo los dos primeros requerimientos, nunca fui una modelo (ni quise serlo, a pesar de las presiones sociales) y los años pasan, pero gracias al tiempo transcurrido, tengo la experiencia, los ovarios, la inteligencia y el apoyo de familiares y amigos para lograr mis metas en esta nueva etapa de mi vida, que quizás ahora sea más difícil, pero nunca imposible.


"La dulzura de la madurez, está en los fracasos superados"
Mikel Agirregabiria
Físico y educador
Gobierno Vasco




Waleska R. Cisne
4 Sept., 2017
Managua